Cautivos y Desarmados

Negociar una hipoteca no es un juego. Conlleva horas de información y negociación, darle mil vueltas a nuestra oferta para presentarla lo mejor posible y a las de la competencia para intentar buscar una brecha sobre la que poder tener alguna oportunidad.

Provocó cierta alarma la significativa bajada de cuota de mercado en las hipotecas del año pasado. “En intermediación lo hemos hecho bien y en hipotecas habéis fallado” se tuvo que escuchar más de uno. Como si el problema fuera que a la plantilla se le ha olvidado negociar una hipoteca.

Todos sabemos que el problema no está ahí. Nuestros procesos son largos, complejos, lentos e inseguros. Hay una política de riesgos y precios inalterable, que ya se dice que no va a cambiar y que pesa como un baldón en nuestras posibilidades de éxito.

Una muestra de la inseguridad en la que nos movemos es que hoy nos notifican una subida significativa e inmediata de tipo de interés de las hipotecas, sin más comentarios.

Si de repente hay que subir los precios y todas las negociaciones en marcha se ven perjudicadas toca hacer algo más que dar una orden. Toca ponerse en la piel de quién lleva días negociando y cuya credibilidad queda bajo mínimos. Horas de trabajo que se van al traste, perspectivas de negocio que se esfuman o la conflictividad que se va a desencadenar no merecen ni un triste comentario. Nuestra soledad frente a las dificultades es alarmante.

Para este menguante ejército, es difícil ganar una guerra cuando el fuego amigo es más intenso que el del enemigo.